El guano

EL GUANO

El guano es la acumulación masiva de excrementos de aves marinas en el litoral (en algunos lugares los excrementos son de murciélago). Por sus características, para su formación se requieren climas áridos o de escasa humedad.


El suelo deficiente en materia orgánica puede hacerse más productivo abonándose con guano. Éste está compuesto de amoníaco, ácido úrico, fosfórico, oxálico y ácidos carbónicos, sales e impurezas de la tierra. Tiene color rojizo cuando proviene de los yacimientos del Plioceno y el Pleistoceno, y es amarillento cuando es de formación reciente.

Puede ser utilizado como un fertilizante efectivo debido a sus altos niveles de nitrógeno y fósforo. A partir de la concentración de dichos componentes también se puede elaborar el superfosfato.

El guano se recolecta de varias islas e islotes del océano Pacífico, particularmente del Perú y Nauru y en otros océanos (por ejemplo la isla Juan de Nova). Estas islas han sido el hogar de colonias de aves marinas por siglos, y el guano acumulado tiene muchos metros de profundidad.

El guano de las islas, particularmente las islas Chincha, en el Perú, fue explotado en el siglo XIX y principios del siglo XX y fue su gran producto de exportación durante mucho tiempo.

A partir del año 1845 comenzó a explotarse, y por sus propiedades como fertilizante era importado por países como Inglaterra y Estados Unidos.

El guano peruano sigue teniendo gran demanda por ser un fertilizante natural, por mor del auge de la agricultura ecológica, que sustituyen los abonos químicos por los de origen natural.

El guano, un abono natural creado a partir de excrementos de ciertos tipos de aves y murciélagos, constituye una alternativa ecológica a los fertilizantes químicos, e incluso una fuente de energía, puesto que puede utilizarse para producir biogás. Hasta la aparición de los abonos químicos, el guano tuvo una enorme demanda, llegando a convertirse en un gran negocio y fuente de conflictos internacionales.


El gran poder fertilizante del guano se debe a sus altos niveles de nitrógeno y fósforo, dos de los elementos químicos básicos para el metabolismo de las plantas, por lo que se trata de un abono ecológico de gran calidad para todos los tratamientos de cultivos de interior o exterior, tanto para usos domésticos como agrícolas. Dependiendo de su origen hay diversas clases, pudiendo encontrarse en estado fresco, semi-fosilizado o fosilizado.


Los restos orgánicos de ciertas especies de pájaros marinos originan el principal tipo de guano, que se va acumulando en la superficie de zonas con clima árido o de escasa humedad. Además, la falta de lluvia favorece la generación de este producto porque el excremento puede secarse lentamente y la baja humedad impide la fuga de los componentes con alto contenido en nitrógeno. Por su parte, los pájaros se alimentan exclusivamente de pescado, que hace que sus restos sean todavía más ricos en nitrógeno. Estas especiales condiciones se dan especialmente en la costa peruana, con numerosas islas sin ningún tipo de vegetación, particularmente las Chincha, un lugar ideal para especies como el cormorán, el pelicano gris o el piquero. Estas islas han sido el hogar de colonias de aves marinas por siglos, y el guano acumulado tiene muchos metros de profundidad. De hecho, en una isla mediana pueden habitar hasta un millón de animales, generando cerca de 11.000 toneladas de guano anuales. Además de Perú, países como Ecuador, Colombia, Venezuela, Chile y algunos países costeros del África meridional cuentan con empresas dedicadas a la producción y exportación de guano de ave. Por su parte, Cuba exporta también guano procedente de los murciélagos que habitan las cuevas de dicha isla.

Asimismo, el guano, introducido en un aparato conocido como biodigestor, produce biogás

El guano, introducido en un aparato conocido como biodigestor, produce biogás y puede ser utilizado como fuente de energía eléctrica y calorífica. Además de generar energía, el proceso que se da en el biodigestor produce residuos que pueden ser usados como abono para los cultivos, por lo que genera un rendimiento por partida doble. En Alemania, gracias a la promoción del gobierno la producción de este tipo de energía ha experimentado un importante crecimiento. Sin embargo, los altos costos iniciales de esta tecnología frenan por ahora su desarrollo.

Su origen
La utilización del guano para abonar el campo se remonta a la antigüedad. La palabra guano proviene del quechua, uno de los idiomas indígenas del Perú y lengua de los incas, y significa "excrementos de pájaros marinos". Incluso antes de los incas, las culturas costeñas habían descubierto su utilidad por la agricultura. Sin embargo, no será hasta el siglo XIX cuando comience a emplearse de manera masiva, convirtiéndose en una materia de gran valor económico y estratégico. En 1802, el naturalista Alexander von Humboldt fue uno de los primeros en recolectar muestras de guano y enviarlas a Francia para su análisis. Años más tarde, alrededor de 1840, los agricultores europeos comenzaron a importar guano al comprobar cómo mejoraban sus cosechas, lo que llevó posteriormente a Estados Unidos a interesarse también por este producto, generándose así un importante mercado. Su localización se reducía básicamente a varias islas peruanas y del caribe y a unos pocos lugares de la costa africana, aunque la calidad del guano procedente del Perú llevó a este país a producirlo de manera casi monopolística. No tardaron en surgir empresarios que explotaron de manera masiva los yacimientos naturales de guano, utilizando para ello trabajadores procedentes en su mayoría de China y Japón.
La guerra del guano
Perú creía haber encontrado en el guano la solución para contrarrestar la grave deuda exterior que venía arrastrando hace años. Sin embargo, en 1852 se descubrieron las islas Lobos, en la costa norte del país andino y que contaban con unas enormes cantidades de guano. El gobierno de Estados Unidos afirmó que dichas islas no habían sido ocupadas por Perú, por lo que declaró que los ciudadanos norteamericanos podrían explotar la valiosa materia, protegidos militarmente si fuera preciso. La situación estuvo a punto de originar una guerra entre ambos países, aunque finalmente el Perú bajó el precio del guano y permitió que los barcos de EEUU circularan libremente entre los yacimientos y su país de origen.

De esta manera, el declive de la producción de guano peruano se hizo cada vez más evidente, hasta que en 1909, cuando ya se habían agotado las reservas de guano fósil, se constituyó la Compañía Administradora del Guano, para proteger a las aves y recolectar el abono. Finalmente, en 1915, el químico alemán y premio Nobel Fritz Haber encontró una manera de producir artificialmente sustancias de alto contenido en nitrógeno, lo que dio paso a la producción de fertilizantes artificiales, y al colapso mundial del mercado del guano.
El Caso del Guano de la Isla
muy ilustrativo es el del guano de la isla en el siglo pasado. El excremento de las aves guaneras se acumuló en las islas y puntas del litoral por las escasas lluvias y formó capas de hasta 70 metros de espesor, como en las islas Chincha. En 1802, Alexander von Humboldt fue uno de los primeros en recolectar muestras de guano y enviarlas a Francia para su análisis. El descubrimiento de este recurso renovable de nuestro mar, que es uno de los abonos naturales más completos, generó un "boom" económico y muchos escándalos en la administración pública.

Su exportación masiva trajo una bonanza económica pasajera y el recurso sirvió esencialmente para mejorar la agricultura de otros países.
En 1909, cuando se habían agotado las reservas de guano fósil, se constituyó la Compañía Administradora del Guano, encargada de proteger a las aves guaneras y recolectar el abono. Esta institución hizo un trabajo eficiente, ampliando las áreas guaneras con cercos en las penínsulas del litoral, y protegiendo las aves de perturbaciones y de la agresión de otras actividades. Estaba prohibido el pescar a menos de 5 millas de las islas guaneras. La población de aves guaneras logró elevarse a niveles que alcanzaron los 28 millones de individuos y la cosecha anual del recurso Regó a superar las 300 000 TM.
 EN CONCLUSIÓN

A partir de los años setenta, con el desarrollo de la pesca de la anchoveta y de la industria derivada de harina y aceite de pescado, se inició el impacto sobre las aves guaneras, que se alimentan casi exclusivamente de anchoveta. La sobrepesca de la anchoveta compitió con las aves, privándolas de su alimento. Con el fenómeno de El Niño de 1972 - 1973 y el derrumbe de las poblaciones de anchoveta, la población de aves descendió hasta apenas 2 millones de individuos. En la actualidad la población de aves llega a unos 5 millones y la recolección de guano no supera las 20000 TM al año.

Perú saca provecho de reservas de guano


El auge mundial de las materias primas ha llegado a esto: hasta el guano, el estiércol de ave que fue centro de un enfrentamiento imperialista en altamar en el siglo XIX, vuelve a tener una fuerte demanda.


El aumento de precios de los abonos sintéticos y los alimentos orgánicos están trasladando la atención al guano, un abono orgánico que antes se encontraba con abundancia en ésta y en otras 20 islas de la costa peruana, donde el clima excepcionalmente seco conserva las defecaciones de aves marinas como el cormorán guanay y el pájaro bobo peruano.

En las mismas islas en las que miles de convictos, desertores del ejército y siervos chinos morían recogiendo guano hace siglo y medio, equipos de jornaleros quechuas procedentes de las montañas escarban ahora para sacar el estiércol del duro suelo y lo meten en barcas que lo transportan al continente.

“Estamos recuperando parte del último guano que queda en Perú”, explica Víctor Ropón, de 66 años, capataz de la provincia de Anchash, cuya piel curtida refleja los años que lleva trabajando en las islas del guano, desde los 17.

“Podrían quedar unos 10 años de reservas, quizá 20, y después se habrá agotado por completo”, se lamenta Ropón, en referencia a los temores de que la población de aves marinas esté abocada a disminuir drásticamente en los próximos años. Es un pequeño milagro que haya todavía guano, gracias a un siglo de esfuerzo elogiado por los biólogos por constituir un raro ejemplo de explotación sostenible de un recurso.

A medida que se endurece el debate sobre si la producción mundial de petróleo ha alcanzado su punto máximo, la historia del guano podría ofrecer una parábola, con su traición marítima, el desarrollo de alternativas sintéticas en Europa y un desesperado esfuerzo en la zona por evitar que los depósitos se agotaran.

“Antes había petróleo, había guano, y por supuesto se desataban guerras para controlarlo”, dice Pablo Arriola, director de Proabonos, la empresa estatal que controla la producción de guano, en relación a conflictos como la Guerra de las Islas Chincha, en la que Perú impidió a España recuperar el control sobre las islas productoras del guano. “El guano es una empresa muy deseable”.

Es también una empresa innegablemente agotadora desde la perspectiva de los trabajadores que anualmente migran a la isla para recolectarlo. Los jornaleros se levantan antes del alba para escarbar el endurecido guano con palas y azadones.

Muchos van descalzos, y cuando se cambia de turno, poco después del mediodía, tienen los pies y las pantorrillas cubiertos de estiércol. Algunos se tapan la boca y la nariz con pañuelos para evitar respirar el polvo de guano que, por suerte, es casi inodoro, aparte de un ligero olor a amoniaco.

“No es una vida fácil, pero yo la escogí”, comenta Bruno Sulca, de 62 años, que supervisa la carga de las bolsas de guano en la isla Guañape, frente a la costa norte de Perú. Sulca y otros trabajadores ganan unos 400 euros al mes, más del triple de lo que cobran los trabajadores manuales en las empobrecidas zonas montañosas.

El comercio de guano de Perú se mantiene quijotescamente después de casi agotarse por el exceso de explotación. Probablemente nunca vuelva a protagonizar un auge tan intenso como el del siglo XIX, cuando los depósitos tenían 50 metros de espesor, y los beneficios de la exportación suponían la mayor parte del presupuesto nacional.

En la mayoría de las islas, incluida la de Asia, situada al sur de la capital, Lima, el guano alcanza menos de 30 centímetros. Pero el que queda aquí es codiciado si se observa en el contexto del frenesí que en Perú y en el extranjero provocan fertilizantes sintéticos como la úrea, cuyo precio se ha duplicado en este último año.

“El guano tiene la ventaja de estar libre de sustancias químicas artificiales”, explica Enrique Balmaceda, productor de mangos orgánicos en Piura, una provincia del norte de Perú. “El problema es que no hay suficiente para cubrir la demanda, ahora que nuevos productos como los plátanos orgánicos compiten por el que hay disponible”.

Eso explica por qué Perú pone tanto empeño en conservar el guano que queda, un esfuerzo que data de hace un siglo, cuando el país creó la Compañía Administradora del Guano y nacionalizó las islas, algunas de ellas controladas por los británicos, para impedir que se extinguiera la producción.

Desde entonces, el Gobierno de Perú restringe la recolección a unas dos islas al año, para permitir que los excrementos se acumulen. Los administradores del guano mantienen vigilantes armados en cada una de las islas, para proteger a las aves.

“Los pescadores son los que más daño causan”, explica Rómulo Ibarra, de 40 años, uno de los dos vigilantes estacionados en la deshabitada isla de Asia. “Cuando se aproximan a la isla, los motores asustan a los guanays”, dice, en referencia al preciado cormorán guanay. “Y en altamar, los barcos de pesca capturan anchoeta, algo que no podemos controlar”.

La anchoeta, un pez de unos 15 centímetros, perteneciente a la familia de la anchoa, es el principal alimento de las aves marinas que dejan sus excrementos en estas áridas islas. El mayor temor de los recolectores de guano es que las flotas comerciales agoten los caladeros, utilizados cada vez más como pienso de pescado para aves y otros animales, ahora que en Asia crece la demanda de productos cárnicos.

Aunque en los últimos dos años la población de aves ha aumentado de 3,2 a 4 millones, sigue siendo una cifra insignificante en comparación con los 60 millones que había en el momento culminante de la primera fiebre del guano. Enfrentados a un descenso de los bancos de anchoeta, los directivos de Proabonos se plantean paralizar las exportaciones de guano para garantizar el abastecimiento interno.

Uriel de la Torre, biólogo especializado en la conservación del cormorán guanay y otras aves marinas, teme que a no ser que se tomen medidas para impedir la sobrepesca, tanto las anchoetas como las aves marinas puedan extinguirse antes de 2030. “Sería una conclusión poco gloriosa para algo que ha sobrevivido a guerras y a otras locuras humanas”, opina. “Pero éste es el escenario al que nos enfrentamos: el fin del guano”.
                    http://www.eluniverso.com/2008/06/08/0001/1129/198174B32B434322BBB172D64044DAAD.html